El fotolibro como espacio de montaje: Julián Barón y Toni Amengual

Marta Martín Núñez y Javier Marzal Felici (2021)
Historia(s) de la fotografía en el siglo XXI (Comunicación Social)

Referencia completa

Martín Núñez, M.; Marzal Felici, J. (2021). El fotolibro como espacio de montaje: Julián Barón y Toni Amengual. En M. Blanco y N. Parejo (eds.), Historia(s) de la fotografía en el siglo XXI (pp. 51-73). Salamanca: Comunicación Social.

Enlace a la publicación: https://www.researchgate.net/publication/359114145_El_fotolibro_como_espacio_de_montaje_Julian_Baron_y_Toni_Amengual

John Berger y Jean Mohr en su libro Otra manera de contar, se preguntan en el último capítulo cuál es la forma de la narrativa fotográfica (2013: 284). Efectivamente, el reportaje gráfico enseguida emerge como la práctica fotográfica hegemónica de la narrativa visual, pero para los autores, aunque narra, lo hace de forma descriptiva desde el punto de vista de un extraño. Es el testimonio de un testigo presencial más que una historia: no hay espacio para la experiencia subjetiva —eso rompería la convención periodística, al menos, la canónica—. Para superar esta ambigüedad intrínseca a la fotografía, el reportaje depende de las palabras. Los míticos fotoensayos de Eugene Smith como Spanish Village (1951) o Country Doctor (1954), que asentaron los pilares del fotorreportaje, responden a este patrón. Narran a partir de la secuencia fotográfica la vida durante los años más duros del franquismo en Deleitosa, y retrata el día a día épico de un doctor rural, pero se apoyan necesariamente en el texto para describir con exactitud las escenas y situaciones capturadas.

Sin embargo, aunque «en los reportajes, las ambigüedades son inaceptables; en las historias, son inevitables» (2013: 279). La posibilidad de pensar la narrativa desde la ambigüedad nos invita a trascender la descripción, ir más allá del fotorreportaje o fotoensayo con los que normalmente se vincula, y explorar otros modos de narrar a través de la fotografía. Nos centraremos en el fotolibro y tomaremos la secuencia fotográfica como punto de partida, aunque esto no quiere decir que la fotografía única no pueda ser leída también desde parámetros narrativos, ya que la temporalidad es un elemento inherente a toda fotografía (Marzal, 2007; Baetens y Bleyen, 2010).